Erakusketak

La exposición desde dentro

Una exposición, para quienes las organizamos y coordinamos, es un ciclo, como en la vida, lleno de emociones. Cada exposición, como cada vida, es distinta. Implica a personas distintas, persigue un objetivo diverso, pero compartido con otros, hay imprevistos, giros dramáticos, sorpresas, sentimientos y pensamientos. La preparamos, la cuidamos, y cuando acaba, hacemos el duelo al verla desaparecer en poco tiempo ante nuestros ojos.

Desde fuera puede parecer un proceso mecánico y hasta simple. De hecho, mucha gente lo ve como algo menor, como si fuera decorar un espacio casi al gusto de una, sin mayores complicaciones. Pero resulta que no, que una exposición es un proceso complejo. No tanto como la vida… claro; pero lo es.

Podríamos preguntarnos para qué sirven las exposiciones. ¿Cuál es su fin? ¿Para qué tanto esfuerzo si son efímeras? Lo tengo claro. Una exposición es una burbuja en el espacio-tiempo. Es un territorio en el que, como público, nos enfrentamos a una OPORTUNIDAD. Es el entorno mágico en el que miramos por primera vez (o no) una obra de arte, una fotografía, un objeto y lo disfrutamos, lo analizamos, lo valoramos; pero sobre todo es un espacio en el que confrontamos nuestro conocimiento con nuevos mensajes que alguien ha elaborado cuidadosamente para nosotros/as.

La visita no siempre nos deja huella. A veces nos defrauda. Pero cuando realmente una exposición nos toca el corazón, la recordamos para siempre como aquel lugar donde nos sentimos bien, al que nos gustaría volver una y otra vez. Y el hecho de que no se pueda hace toda vía más valiosa la experiencia. 

Tenemos que entrar en la exposición con la emoción de la espera, de la incertidumbre ante lo desconocido, o de la certeza de saber que veremos lo que ansiábamos ver desde hace tiempo. Porque es un regalo.

Larraitz Arretxea

Coordinadora de las exposiciones de Kutxa Fundazioa en las salas Kubo y Artegunea